vida post-industrial #00#
Un nota se me queda mirando, menudo personaje, con los ojos y la nariz me lo dice todo. –No, no hay ketamina, no vendo ketamina, pero puedes comprar crack en El Pasillo de La Mala Gente. Y sin cambiar la expresión de su rostro, se aleja como una sombra.
Y ahora quiero hablar con alguien que me pueda comprender, porque están todos ya a su paranoia y no se atreven con la mía, y vienen un tio y una tia y me llevan a rastras hasta un rincón donde nos postramos ante la Reina y de repente, toda la escena se tambalea y me veo en el centro de un ritual de circuncisión en la Casa de las Calaveras de los Dowayo, pueblo ágrafo del Camerún. Mis brazos se estiran hasta la altura del suelo, y de los dedos me salen raíces que penetran en la tierra y chupo a través de ellas el Rico Néctar de la Madre, pero violebntos golpes de hacha y de sierra y de motosierra que me abaten y desmembran en un estallido de abejas bailando la danza de la muerte. Ahora viajo en un tren de mercancías disfuncionales, del que me descargarán en un lugar que no conozco todavía, en el que me harán lonchas.
¿qué cojones? ¿por qué?
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