Atardecer ácido
Si eres un verdadero fan del drum and base,levanta el brazo. No lo levantes y te sentirás desde ese preciso instante excluido, cuando la verdad, nunca fuiste incluido, para gracia y desgracia, en ese grupúsculo del joster, el oso farloposo y toda la trupe de monigotejos envueltos en espesas paredes de mierda perfumada y que alzan como bandera el Retraso Mental Voluntario. El Ed Rush no se lo está currando nada, está poniendo unos temas bastante vulgares y típicos, perfectos para la ocasión de tontos que no saben distinguir el draman del UK garage o de cualquier otro invento. Este sitio es la peste, pero me divierto mucho, me cachearon en la entrada, no me querían dejar entrar, se olían algo. Estoy dentro de un capítulo de una serie estilo bazofia universitaria norteamericanoide, pero tengo algo que ellos no tienen, y que al principio limita mis posibilidades de acción, pero que desde que consigo vencer al monstruo de porcelana, no sólo no las limita, sino que las incrementa hasta el punto de conferirme un poder metacorpóreo que puede incluso asustar al no conocedor. Entonces llega un segurata de esos que van vacilando desde la precaria posición de poder que les confiere una ridícula chapita y un pinganillo hacia el que dirigen torpes palabras para captar la atención de alguna pedorrilla seductible vía uniforme. Me quiere echar, porque sabe que no soy uno de los suyos, ni siquiera tengo una identidad cognoscible, sólo una luz que me sale de la cara y que irrita in extremis a los miembros de la secta. Porque saben que yo lo tengo y ellos no, y que aunque lo tuvieran, no sabrían qué hostias hacer con él, porque, entre tú y yo, no tienen ni puta idea de lo que va esto.
He ido a la feria con el Barbas. Era una mierda de feria, lo cual era de esperar teniendo en cuenta que nos encontramos en una ciudad de puta mierda. Quiero tirar con una escopeta trucada y hacerme con los 10 pounds de premio, o un osito para regalárselo a la italiana que vive en la cueva de el Barbas y Turmekistán. Me he tomado unos carajillos y me siento muy despejado y agudo, por lo que, en un descuido del feriante gordo y grasiento con cara de sidra, corrijo el alza y ahora lo conseguiré. Soy un hacha con las armas. Acierto tres disparos en la cuerdecilla que sujeta el billete, pero resiste los impactos y nos quedamos sin premio. Habría que destrucar la cuerda también, pero eso vale 10 pounds, y como no tenemos dinero para eso y tendríamos que pagarlo a plazos fregando letrinas. Así que ¡a tomar por culo! Tenemos que salir corriendo antes de que el nota se percate de que he destrucado la escopeta y salga a por nosotros con la ídem pero de fuego y balas de verdad y la única intención en su enferma psique de espanzurrarnos con un tiro a bocajarro en todo el ombligo. Tiene grandes ojos amenazantes y gafas de lupa y grandes dientes de abuelita abuelita y le gusta pegar a la gente. El Barbas, sí, le conoces.
Atardecer ácido. Gama de colores que va desde el amarillo más chillón hasta el casimarrón rojizo, pasando por el color hoja de castaño en otoño, color tierra, color vía de tren, color parque al atardecer, color no go area, color olor de borrachera de sidra inherente al propio escenario, colores con sonido y colores sin él, pero todos saben y huelen ácido y no sabemos por qué, ni el Barbas ni yo. Será por los carajillos. Aunque no eran auténticos carajillos, llevaban wiski y café, no brandi y café. El tito Bin Laden manda buena mercancía desde las Montañas y nos lo pasamos bong. Y alguno que otro que va todo mamado a las siete de la tarde y se pone agresivo y vocifera incongruencias. Caen unos cachos de tráquea al suelo desde la boca de uno de los idiotas, describiendo una interesante parábola. Centro mi atención en uno de los trozos de tráquea y reparo en que su forma y estructura cambian a la de trozo de pulmón con sangre y flema. Al lado de la casa hay un sitio en que venden samosa, un alimento rico y equilibrado.
He ido a la feria con el Barbas. Era una mierda de feria, lo cual era de esperar teniendo en cuenta que nos encontramos en una ciudad de puta mierda. Quiero tirar con una escopeta trucada y hacerme con los 10 pounds de premio, o un osito para regalárselo a la italiana que vive en la cueva de el Barbas y Turmekistán. Me he tomado unos carajillos y me siento muy despejado y agudo, por lo que, en un descuido del feriante gordo y grasiento con cara de sidra, corrijo el alza y ahora lo conseguiré. Soy un hacha con las armas. Acierto tres disparos en la cuerdecilla que sujeta el billete, pero resiste los impactos y nos quedamos sin premio. Habría que destrucar la cuerda también, pero eso vale 10 pounds, y como no tenemos dinero para eso y tendríamos que pagarlo a plazos fregando letrinas. Así que ¡a tomar por culo! Tenemos que salir corriendo antes de que el nota se percate de que he destrucado la escopeta y salga a por nosotros con la ídem pero de fuego y balas de verdad y la única intención en su enferma psique de espanzurrarnos con un tiro a bocajarro en todo el ombligo. Tiene grandes ojos amenazantes y gafas de lupa y grandes dientes de abuelita abuelita y le gusta pegar a la gente. El Barbas, sí, le conoces.
Atardecer ácido. Gama de colores que va desde el amarillo más chillón hasta el casimarrón rojizo, pasando por el color hoja de castaño en otoño, color tierra, color vía de tren, color parque al atardecer, color no go area, color olor de borrachera de sidra inherente al propio escenario, colores con sonido y colores sin él, pero todos saben y huelen ácido y no sabemos por qué, ni el Barbas ni yo. Será por los carajillos. Aunque no eran auténticos carajillos, llevaban wiski y café, no brandi y café. El tito Bin Laden manda buena mercancía desde las Montañas y nos lo pasamos bong. Y alguno que otro que va todo mamado a las siete de la tarde y se pone agresivo y vocifera incongruencias. Caen unos cachos de tráquea al suelo desde la boca de uno de los idiotas, describiendo una interesante parábola. Centro mi atención en uno de los trozos de tráquea y reparo en que su forma y estructura cambian a la de trozo de pulmón con sangre y flema. Al lado de la casa hay un sitio en que venden samosa, un alimento rico y equilibrado.
La Londra, año 2001.
Dedicado al Sr Barbas
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