El rugido sordo
El empleado de la compañía de buses se queda extrañado cuando le pido una cerveza para amenizar el trayecto, no escucha, no me entiende. Siento la afasia. No puedo comunicarte con mi alrededor. Como si no entendieran ni papa de lo que estás hablando. Intento gritar y siento cómo se me desgarran las cuerdas vocales sin que sonido alguno salga por mi boca.
No puedo parar la hemorragia, y al abrir los ojos me veo la camiseta y los pantalones llenos de sangre humeante. Se ha formado un charco alrededor de mis pies. Estoy hecho un asco y más me valdría no haber salido de casa hoy. Hasta los minicabs se ríen en un día en el que sólo me apetece llorar, pero no me salen las lágrimas. He perdido todo mi líquido en forma de sangre. Vaya un asco de día. Alguien se merece una paliza. Los pájaros vuelan y algunos acechan las cabezas de los futuros difuntos.
El Maestro del Cabello intenta reunir a sus discípulos en torno a su pene para llevar a cabo un ambicioso plan, pero ajenos a la llamada, se limitan a cotillear en las cafeterías del centro. Ahora estoy totalmente ausente. Puedo ver a través de los pequeños agujeros existentes en el enramado de hilos de seda de mi capullo. El aire se acaba. voy a morir
Ciudad Pudridero, año 2003.
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